martes, 8 de marzo de 2016

¡Bienvenidos a El último libro antes del fin del mundo!


¡Este es mi blog!

Vaya frase contundente… Para empezar el “mi”, es decir, la poseedora de este blog tiene que interesarle a alguien. Y ese blog, ¿qué es? ¿Hay que leerlo, mirarlo, olerlo, tirarlo por el retrete virtual del ordenador y coserlo a dislikes o amarlo y adorarlo?

¿A mí me lo preguntáis? ¡Si yo no sé nada de blogs!

Me dijeron que tener uno de estos es como tener un gato, araña para que le des de comer y tienes la necesidad obsesiva de compartir sus tonterías con el mundo, mundo que de vez en cuando se pasa y te dice lo bonico que es, aunque a tu blog le falte un ojo y tenga pulgas.


Al parecer blog es otra de esas palabras prestadas que se ha agenciado el español y que luego nunca devuelve (por eso luego tenemos la deuda que tenemos). La tomamos prestada a los ingleses (no sé muy bien a cuáles, son tantos…) de la amalgama formada por web log, en español: cuaderno de bitácora web. Ah, ¡eso lo vi en una peli! (voz de fondo) Seguro que de barcos, ¿verdad? Efectiverwonder, el cuaderno de bitácora es una agenda que en navegación se usa para anotar los datos relevantes de cada día, tales como el rumbo y la velocidad. Pero entonces, ¿por qué no llamarlo web diary o web journal? Pues por razones de economía, ¿verdad, señor Montoro? Porque log es más corto, cabezones.


"Después de la despedida de soltero"1.

Esta es la definición de blog en español: "Sitio web que incluye, a modo de diario personal de su autor o autores, contenidos de su interés, actualizados con frecuencia y a menudo comentados por los lectores" (Oh, my queen, Academia Española).

Pero entonces mi blog es un cuaderno de bitácora que va a ser como un diario, que en vez de contar el rumbo y a la velocidad a la que me muevo (0 km por segundo), o lo que he comido ese día (tallarines chinos con verduras), discurrirá periódicamente sobre asuntos que yo, que no soy nadie, considero importantes para el mundo.

Esta es una tarea ardua, porque un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Tengo en mis manos la posibilidad de dar a conocer a la sociedad cibernética el origen de los problemas humanos, la raíz del odio y la perversión. Puedo unir a las razas en un abrazo fraternal, hacer que se entiendan todas las generaciones en una misma lengua, citar a hombres y mujeres para que hagan las paces, incluso conseguir que simpaticen los fans de DC y Marvel. Y un día, todos juntos arribaremos por fin, como ulises cansados y felices, a nuestra añorada Ítaca. Amén.

Así que voy a hablaros de literatura.

(Silencio).

Sí, de literatura.

Nuestro barco es un trozo de madera que va a la deriva, sin log ni hostias. Están forcejeando un grupo de peluquines engominados delante del timón: Ángela Mercado, Donaldo Trampa, Hilaria Sin Clon, Vladimiro Puñetero, Xi Pimpón…, tiran y se arañan como si fuera época de rebajas, hasta convertirse en una masa amorfa de solo carne, espuma y dientes. En el mismo bote sin rumbo unos se hacen selfis delante de la puesta de sol que va engullendo el horizonte, mientras otros arrastran bolsas con desechos y cadáveres y las tiran por la borda, allí donde una multitud de nómadas sin patria resiste el bombardeo y nada junto al barco, pidiendo con bocas llenas de agua que alguien les deje subir.

En esta situación una servidora se siente con ganas de ponerse en medio de tan solaz ambiente y a leer a voz en grito cada una de las grandes obras que ha parido la humanidad. Dicho lo cual, la literatura no nos curará ni nos salvará de estrellarnos, pero a cada uno le alivia una medicina diferente. La mía suele ocuparme mucho espacio en casa y absorbe gran parte de mi capital. Pero en este mundo de locos que se llama realidad, ¿qué haríamos sin volvernos de vez en cuando a los mundos del sueño, donde habita la razón?

Ahora sí, yo me voy a beber arte antes de que el mundo explote y a quien le apetezca el plan que me siga. Yo invito a esta ronda.


¡Bienvenidos a El último libro antes del fin del mundo!


"¡Salud!"2.

1. Théodore Géricault, La balsa de la Medusa (Óleo sobre lienzo), Museo del Louvre, París, 1819.
2. Escena de la película Bienvenidos al fin del mundo, director Edgar Wright. 

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